Patios
Los patios, declarados Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, constituyen la principal fiesta del calendario cordobés. Durante la primera quincena de Mayo, aquellos que participan en el concurso municipal abren sus puertas a los visitantes, quienes pueden deleitarse con un sin fin de aromas y colores que reflejan la pervivencia de un modo de vida pasado.

Un patio es un espacio al descubierto de la vivienda que sirve como iluminación y ventilación del resto de las dependencias. Además, su situación de acceso a ellas permite que se use como lugar de convivencia, es el centro de la vida familiar.

La imagen del patio cordobés es herencia de la casa islámica que se caracterizaba por la construcción de fachadas orientadas hacia su interior. El aspecto exterior carecía de relevancia pues se constituía con un simple muro ciego. Tras la conquista cristiana de la ciudad esta estructura arquitectónica se mantuvo y aún perdura en las actuales viviendas.

Además de presentar una fachada, un patio se distingue por engalanarse con una multitud de flores plantadas en arriates y macetas, que se cuelgan en las paredes o se colocan sobre el típico pavimento de chino cordobés. Junto a ellas los pozos o las fuentes embellecen el recinto, conformándose una hermosa imagen en la que se fusionan agua, luz y vegetación , un claro reflejo del pasado árabe de la ciudad. Para culminar la ornamentación, los propietarios suelen incluir también muebles antiguos, enseres de cocina de hierro, fustes, capiteles u otros restos arqueológicos.

Cada patio presenta una arquitectura singular, fruto de una evolución histórica distinta, de modo que resulta una ardua tarea establecer una tipología. Sin embargo, a grandes rasgos los patios se clasifican en dos grupos básicos:

- Patios monumentales y señoriales: aquellos relativos a antiguos palacios de la aristocracia local o a señalados edificios religiosos, como el Patio de los Naranjos, el de la Sinagoga o el Santuario de la Fuensanta. Por su parte, entre los señoriales, sobresale el Palacio de Viana que integra doce patios en su interior de diferente estilo arquitectónico.

- Patios populares: todos los que han participado en el concurso municipal desde su inicio en 1921 hasta la actualidad. Se distinguen a su vez dos clases que se corresponden con las modalidades del certamen: patios de arquitectura antigua y patios de arquitectura moderna o renovada. Los primeros son aquellos que han sido construidos hasta la década de los sesenta del siglo XX y que conservan sus principales características estructurales. En cambio, los patios de arquitectura moderna son aquellos que pertenecen a una nueva vivienda edificada tras la demolición de una anterior o que han sufrido tal nivel de intervención que han perdido sus elementos más significativos.

La tradición cordobesa de abrir anualmente las puertas de los patios al público comenzó en 1918, fecha en la que el Ayuntamiento de la ciudad organizó el primer certamen vinculado al de Rejas y Balcones. Sin embargo, esta fiesta no se consolidó hasta que el alcalde Francisco Fernández de Mesa convocara el Concurso de Patios, Balcones y Escaparates en 1921. En esta edición se establecieron tres premios de 100, 75 y 50 pesetas, repartidos entre los únicos patios que se inscribieron. Ante la escasa respuesta recibida, el Consistorio no volvió a celebrar el concurso hasta 1933. Durante estos años se recuperó la costumbre de instalar cruces en patios que se celebró por última vez en 1929, coincidiendo con la visita del dictador Miguel Primo de Rivera a la ciudad.

El certamen vuelve a interrumpirse con el estallido de la Guerra Civil y prácticamente no se recuperaría hasta 1944 bajo el mandato de Antonio Luna Fernández (1944-1951). De este periodo cabe destacar el establecimiento de los primeros criterios de valoración de los patios, de modo que el jurado tuvo en cuenta la arquitectura, la decoración y el tipismo de los mismos.

La participación en el concurso fue creciendo paulatinamente, convirtiéndose en una de las fiestas principales del programa ferial. Para potenciar los patios como atractivo turístico, el innovador alcalde Antonio Cruz Conde aumentó el número y la dotación económica de los premios desde que llegara al consistorio en 1952. Así, el primer premio pasó de 3000 pesetas a las 8000 de 1962, último año de su gobierno. Se concedieron además ayudas económicas a los patios no premiados con el fin de compensar los gastos y el esfuerzo de sus cuidadores.

En esta época surgieron asimismo dos iniciativas para impulsar este certamen: el "Festival de los Patios Cordobeses" y la "Reina de los patios". El primero, celebrado actualmente, fue concebido en 1956 como una programación paralela a la fiesta de música clásica y flamenca en los patios de antiguos monumentos y en los jardines del Alcázar de los Reyes Cristianos. Por su parte, la Reina de los patios fue un concurso de belleza instaurado en 1962 que se mantendría hasta 1983.

Las bases del concurso y su dotación económica no experimentaron grandes cambios hasta la creación del primer gobierno democrático presidido por Julio Anguita (1979-1985). En estos años se estableció que los patios debían adornarse exclusivamente con flores del tiempo, se prohibió también la instalación de bares y se suprimieron como mérito a evaluar por el jurado la actuación de artistas flamencos. El Ayuntamiento añadió además otros criterios de valoración, todos ellos en consonancia con su deseo de preponderar la autenticidad sobre aspectos artificiosos o tópicos, y mejoró la dotación de premios y ayudas.

No fue hasta 1988 cuando las bases del concurso precisaron los aspectos ornamentales que debía valorar el jurado: variedad floral, cuidado de macetas y arriates e iluminación natural. Y no se contemplaron diferentes categorías de premios hasta prácticamente una década después. Los patios se distinguieron entre arquitectura "antigua" y "moderna", otorgándose galardones que responden a aspectos específicos como la conservación arquitectónica, la decoración natural, el esfuerzo vecinal o el uso artístico del agua.

Asimismo, se estableció una definición de patio cordobés que se mantendría sin apenas cambios hasta la actualidad. De modo que se considera como "patio" a "toda dependencia que, formando parte de una vivienda o conjunto de ellas, está al descubierto, sirve de lugar de encuentro y comunicación entre las personas que lo habitan, presta los naturales servicios de iluminación y aireación de la casa y mantiene el exorno propio del patio cordobés permanentemente, no presentando instalaciones ajenas al carácter del patio típico tradicional".

Con la llegada del nuevo milenio, se incrementó el importe de los premios y las subvenciones, repartidas estas últimas en función del tamaño de los patios. A partir de 2006 se excluyeron del certamen aquellos cuya superficie fuera inferior a 19 metros cuadrados. Además, el número de visitantes aumentó en gran medida durante este periodo. Una tendencia que se acrecentaría con la declaración de esta fiesta como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco el 6 de diciembre de 2012. En este momento para no mermar el disfrute de visitantes, se pone en marcha un sistema de control de acceso a los patios que ordena y sistematiza las visitas.

A principios del siglo XX la demografía de Córdoba se incrementó con la llegada de población rural, de modo que aumentó la demanda de la vivienda de bajo precio. Para satisfacerla surgieron las casas de vecinos. Se trataba de edificaciones de nueva construcción o remodelaciones de palacios desocupados al trasladarse sus antiguos dueños a Madrid. En ellas vivían varias familias en pequeñas habitaciones que carecían de aseos, lavaderos o cocinas propios, pues se ubicaban en el patio al ser de uso común.

De modo que los patios no sólo servían de acceso a las distintas viviendas, sino que además era el lugar donde sus habitantes pasaban la mayor parte del día. Allí las mujeres se relacionaban entre sí mientras realizaban labores domésticas o cuidaban las flores y plantas que habían sembrado con fines estéticos, medicinales o gastronómicos. Incluso en algunas ocasiones los inquilinos ejercían sus oficios al aire libre, era el caso de carpinteros, zapateros o modistas. En los patios de vecinos los niños solían pasar la mayor parte de su tiempo; jugaban al trompo, a la gallinita ciega, al diábolo, a policías y ladrones, a las estampas o a las chapas. Por todo ello, los vecinos se preocupaban por mantener los servicios e instalaciones en buenas condiciones, realizaban tareas como el encalado de las paredes, la reparación de cubiertas o la instalación de cañerías.

En conjunto en estas casas se creaban microsociedades en las que primaba el contacto colectivo sobre las necesidades particulares. Los asuntos de los individuos eran cuestión de todos y cada uno procuraba también estar en continuo contacto con el resto de la vecindad, por lo que comúnmente se establecían relaciones solidarias entre ellos. Por ejemplo, cuando un vecino se enfermaba, sus vecinos lo visitaban y ayudaban en cuanto les era posible. Asimismo, celebraban juntos algunas festividades. En el Jueves Santo los inquilinos instalaban altares en los patios para velar al Cristo durante toda la noche y en Carnaval los jóvenes que no se disfrazaban con máscara, se dedicaban a hacer borlones de papel para arrojarlos a los transeúntes desde lo alto de los balcones o a elaborar almendras o peladillas de yeso.

Ante las precarias condiciones de vida que ofrecían las casas de vecinos a sus inquilinos, la mayoría de ellos se trasladaron a vivir a los bloques de pisos construidos en la periferia de la ciudad. Sin embargo, aún pervive este tipo de convivencia en algunas de las viviendas ya reformadas del casco histórico de Córdoba. Se trata de las casas que participan en el concurso de patios municipal, cuyos propietarios aún se encargan de mantenerlos en buen estado y adornarlos con una multitud de flores durante todo el año. Esta labor conlleva mucho esfuerzo por su parte, pero sienten una gran satisfacción al percibir cómo los turistas disfrutan contemplando sus patios en Mayo.

En torno al 3200 a. C. surgieron las primeras viviendas con patio en Mesopotamia. Más tarde, con la cultura grecolatina el patio adquirió una mayor relevancia en la distribución de la casa. Se trataba de estancias abiertas al aire libre con peristilo, es decir, rodeadas por un pórtico de columnas en donde se desarrollaba la vida cotidiana y se recibían a las visitas. Con la irrupción de los árabes en la Península se introdujeron numerosas innovaciones en las viviendas. La ornamentación se orientó hacia el interior, por lo que se simplificaron las fachadas y se embellecieron los patios con azulejos, celosías y suelos de ladrillo o empedrado. En ellos destacaba la importancia del agua, así proliferaron fuentes, surtidores y acequias que permitieron el desarrollo de flores y árboles frutales.

Tras la conquista cristiana de la ciudad por Fernando III (1236), se produjeron pocos cambios formales en la distribución de las viviendas. El estilo mudéjar permaneció prácticamente intacto hasta el siglo XVI, época en la que se incorporaron detalles decorativos platerescos y renacentistas en los adornos de los huecos al patio. El palacio de los Ceas o de los Lunas son unos buenos ejemplos de la arquitectura de esta época. Por su parte, el Barroco trajo consigo mayores modificaciones en las casas cordobesas. Se realzaron las fachadas y se crearon patios de planta cuadrada con pórticos en la planta baja, mientras que en la superior se construyeron galerías cegadas con balcones.

Durante el siglo XIX surgió un nuevo gusto por lo clásico. Los palacios abandonaron el tradicional empedrado por solerías de piedra o mármol, mientras que en las casas más modestas se usaron baldosas hidráulicas. La racionalización propia del Neoclasicismo se aplicó también a la vegetación, pues las flores abandonaron los arriates para recogerse en macetas. En los patios se extendió además el gusto por la decoración de elementos arqueológicos y, con el Romanticismo, el uso de cancelas que sustituyeron a los antiguos portones de madera barrocos. Se trata de un siglo en el que se fusionó lo clásico con lo oriental, dando lugar a una arquitectura ecléctica muy característica de Córdoba.

El eclecticismo arquitectónico perduró durante el siglo XX, época en la que surgen las casas de vecinos. Se trata de palacios desocupados o edificios de nueva planta que fueron remodelados para ser habitados por población sin recursos, procedentes en su mayoría del ámbito rural. El patio se constituyó como el centro organizador o lugar de reunión de sus habitantes, ya que fue donde se crearon las cocinas, los aseos y los lavaderos comunes; todos ellos adornados con macetas y árboles frutales. Con el tiempo este modo de vida fue desapareciendo por la construcción de bloques de pisos en los barrios periféricos, aunque aún pervive gracias a que sobreviven algunas de estas viviendas, como es el caso de Marroquíes 6 o Chaparro 3.